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Literatura

Una huída

Una huída Tantas eran mis ganas de perderme que me perdí a conciencia. Conscientemente entré en una noche fétida de diferentes olores que solapaba mi pensamiento y mi dolor.
Llegué de madrugada, a principio del invierno. Apenas dejé a la mujer que me abrió la puerta y me adiestró sobre el trabajo algunos datos salpicados de mentiras. Del frio de la calle no quedó nada. La calefacción potenciaba los perfumes y tuve nauseas.

Por aquella época recorrí la ciudad en taxis que esperaban a la puerta del local y con taxistas que siempre cobraban más de lo establecido y que no quitaban ojo por el espejo retrovisor.Yo nunca les miraba. El olor del ambientador de los taxis también me empezó a provocar nauseas por entonces.

Mi turno era algo flexible. A pesar de eso a las 05:00 solía ya estar en casa, si el último cliente había acabado.Me duchaba frotandome fuertemente y me iba a la cama . Bebía entonces un par de wiskys solos , encendía la televisión sin volumen y me quedaba dormida respirando por la boca.